La oración y el esfuerzo que conducen a la meta de Dios

Este fin de semana se está celebrando en Roma el Jubileo del Deporte. Como recuerda el prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación, se trata de una gran experiencia de vida. de profundo valor educativo, espiritual y cultural. El deporte y la fe van de la mano porque es una actividad que tiene un anhelo de trascendencia e infinitud.

En su saludo de esta mañana, el Papa ha insistido a los asistentes en algo que les decía también recientemente a los ciclistas del Giro de Italia; el deporte es una de las experiencias culturales más decisivas en cuanto a la transmisión de valores, especialmente para los más jóvenes

El deporte que, gracias al enorme interés que despierta para todo el mundo se convierte en una magnífica ocasión de encuentro y de diálogo, superando cualquier barrera de lengua, raza y cultura. Además tiene una fuerte dimensión social: es espacio para crear comunidad y lazos, construir puentes y favorecer la paz.

El Papa Francisco, gran amante sobre todo del fútbol, insistía en que el deporte no debe vivirse solo como competición, sino gracias a que es un lenguaje universal, se convierte en oportunidad de encuentro más allá de las fronteras, religiones y razas. En definitiva, una llamada a redescubrirlo como un espacio de humanización, inclusión y anuncio del Evangelio, una forma concreta de construir una sociedad más justa y fraterna, y un verdadero camino hacia la santidad cotidiana.

En el camino del deportista no se escatiman esfuerzos y lo mismo ocurre con nuestra con la vida de fe. Por eso ambas, como decía al comienzo, van de la mano. No se deben escatimar esfuerzos, se trata de con la ayuda del Señor de superar los momentos de debilidad; todo para conquistar la victoria. Como decía san Pablo, "compite en la noble competición para obtener de las manos de Cristo, terminada la carrera de la vida, la corona de la justicia".