"Más de doscientos años después de Jovellanos, sigue habiendo corruptos en el poder en España. Por fortuna, también sigue habiendo patriotas"

Escucha el monólogo de Jorge Bustos del jueves 22 de mayo desde Gijón

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Me hace especial ilusión hacer este programa desde donde lo estamos haciendo. Estamos emitiendo desde Asturias, desde la maravillosa ciudad de Gijón. Y en concreto, me encuentro ahora mismo sentado en el patio de la casa natal de un gran patriota. No me refiero a don Pelayo, que vete a saber dónde tenía la casa, o la cueva, más bien. Yo sé que la palabra “patriota” se usa a menudo demasiado a la ligera. Algunos tratan de apropiarse de ella, pero les queda muy grande: no son patriotas, solo son nacionalistas. Y otros piensan que es una cursilería: se burlan de esa palabra (“patriotismo”) todos aquellos que no experimentan el más mínimo orgullo ni la menor gratitud por el hecho de ser español, seguramente por ignorancia o por rencor, o por una mezcla de las dos cosas. Pero lo cierto es que deberíamos celebrar la fortuna de ser ciudadanos de una democracia que corresponde a una de las pocas naciones del planeta que han modelado la historia del mundo con una aportación incalculable.

Pienso en Santos Cerdán y me deprimo un poquito. Se me queda la misma cara que luce Jovellanos en el famoso cuadro de Goya"

Jorge Bustos

Copresentador de 'Mediodía COPE'

Otra cosa es que esta vieja nación no pase ahora por su mejor momento. Pero no seamos pesimistas: el pesimismo es muy poco patriótico. Un patriota siempre se pregunta qué puede hacer por mejorar el país al que pertenece y al que ama. Eso es lo que se preguntaba desde muy joven el hombre que nació en esta casa: Gaspar Melchor de Jovellanos. Escritor elegante, reformador ilustrado, hombre de una insobornable integridad moral. Un genio de las letras y un héroe civil de España al que España, como ocurre demasiado a menudo en nuestra historia, no supo agradecer sus desvelos como merecía. Es más, lo castigó injustamente.

Sus enemigos, los corruptos y los envidiosos de la Corte, conspiraron contra Jovellanos porque él quería que los españoles fueran más libres y más iguales, pero los cortesanos no querían renunciar a sus negocietes y a sus privilegios, aunque la población se muriera de hambre. Y lograron encarcelarlo sin pruebas durante años, pero no lo doblegaron. Nunca se dejó llevar por el resentimiento. Cuando los franceses invadieron España, en vez de ponerse de parte de esos franceses que defendían ideas ilustradas como él, se posicionó con sus compatriotas agredidos y ayudó a preparar las Cortes de Cádiz, que alumbrarían la primera constitución de España, el germen del proyecto liberal que luego fue traicionado y que solo fuimos capaces de concretar al fin en 1978.

Jovellanos ocupó el puesto que hoy ocupa Félix Bolaños, y perdón por la comparación. Efectivamente, además de magistrado fue ministro de Justicia. Y lo fue por méritos propios, no como los ministros de ahora. Claro, pienso en Jovellanos, que nació en esta casa que hoy acoge nuestro programa, y luego pienso en Santos Cerdán y me deprimo un poquito, claro. Se me queda la misma cara que luce Jovellanos en el famoso cuadro de Goya, con el mentón apoyado en la mano y la mirada melancólica por todas las reformas que proyectó para modernizar España y que no le dejaron hacer.

Esa misma cara pondría don Gaspar Melchor si viera a Santos Cerdán fabricándose una coartada de preguntas parlamentarias a posteriori cuando ya sabía que la UCO lo estaba investigando por un interés no del todo limpio en contratos de obra pública. O si viera a Miguel Ángel Gallardo, jefe del socialismo extremeño investigado por darle un puestazo a dedo al hermanísimo de Pedro Sánchez, que ahora trata de echar a empujones a todos los compañeros de partido que se interponen entre él y el privilegio del aforamiento. Esa es la Españita pícara, incorregible, que deprimía a Jovellanos.

En cambio, hay otra España que conserva la dignidad. Hay gente como el analista jefe del Banco de España que me recuerda a Jovellanos. Se llama Ángel Gavilán y ha dimitido porque su jefe no le deja decir la verdad sobre la economía española. No le dejan decir, por ejemplo, que el sistema de pensiones no es sostenible, porque resulta que su jefe en el Banco de España es el mismo ministro Escrivá que deformó (no reformó) el sistema de pensiones para que diera votos de pensionistas de hoy pero no tranquilidad a los pensionistas del mañana. Y como no le dejan hacer su trabajo con independencia e integridad, prefiere renunciar al puesto soñado por cualquier economista.

Así que ya ves. Más de doscientos años después de la muerte de Jovellanos, sigue habiendo corruptos en el poder en España. Pero, por fortuna, también sigue habiendo patriotas".

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