"Los únicos que han elevado la voz han sido los de siempre: Page y Lambán. Los dos piden ya elecciones anticipadas"

El Tribunal Supremo acaba de ordenar al Gobierno que deje de mirar hacia otro lado con el millar de menores extranjeros que piden asilo en Canarias desde hace meses. Que la competencia para prestar asilo es solo suya. El Supremo ampara de este modo la denuncia del Gobierno de Canarias y constata un “claro incumplimiento” de la Administración estatal, y amenaza con medidas coercitivas. Parece que ya nadie se acuerda en Moncloa de los días del Aquarius, aquel episodio de empatía exhibida bajo focos que el firmante del Manual de resistencia reivindicaba como la verdadera razón de estar en política. Bueno, pues han pasado los años y ahora el faro del progresismo no acoge a niños extranjeros ni por orden del juez. Y este es otro tema, el de la crisis migratoria y la atención solidaria y equitativa a los menores migrantes, que los barones autonómicos del PP podrían sacar mañana en la Conferencia de Presidentes, aparte de la financiación autonómica y la vivienda.

Pero volviendo a aquel Gobierno bonito del Aquarius, y a la cloaca en la que se ha convertido años después, lo interesante ahora es analizar el efecto político que esa mutación como de cuadro de Dorian Gray está teniendo dentro del propio Partido Socialista. Ya sabes que Pedro, con la ayuda primero de Ábalos y después de Santos Cerdán, ha silenciado cualquier asomo de crítica interna, cualquier amago de disidencia entre petardos como Page y Lambán, o impresentables como Vara, o pájaras como Margarita Robles, por citar los propios términos de Pedro en sus WhatsApp con Ábalos. Pero la omertá y las filas prietas duran lo que dura el poder. Cuando la expectativa de poder empieza a resquebrajarse, entonces aparecen también las primeras grietas en la formación de tortuga del sanchismo.

El caso Leire ha activado un runrún en el interior del partido. Por ahora no se manifiesta hacia afuera salvo como fuente anónima en las informaciones de la prensa, pero créeme que existe. En público y dando la cara, los únicos que han elevado la voz han sido los de siempre: Page y Lambán. Los dos piden ya elecciones anticipadas. El aragonés pide acabar con esta agonía, que cree que va a ir a peor, y solo hace falta echar un vistazo al calendario judicial para darle la razón. En cuanto al presidente castellano-manchego, ha hecho una reflexión muy aguda, porque la ha planteado no ya en términos éticos sino de poder, que es el único lenguaje que entienden los cuadros sanchistas del partido, que se la juegan en las próximas elecciones autonómicas y municipales. Empezando por Castilla y León y Andalucía, donde se vota el año que viene: o Pedro se presenta primero o serán esos pocos dirigentes socialistas que quedan con poder territorial los que paguen el pato del descontento social. Y Page tiene razón: la gente está enfadada y va a partirle la cara en las urnas al primero que la ponga. Pero claro, para adelantar las elecciones generales habría que ser un líder de verdad, un hombre capaz de sacrificarse personalmente para salvar al partido, un demócrata holandés o portugués o alemán, que se queda en minoría y decide devolver la voz a sus ciudadanos. Este no es el caso de Pedro. Su biografía política grita más bien todo lo contrario: primero él, después él, en tercer lugar él, y luego ya si eso el partido y el país.

Así que de momento no parece que vaya a cobrar fuerza un movimiento interno para presionar a Pedro Sánchez. Él continúa encerrado en el búnker de Moncloa, y solo sale de él para tomar un avión y alejarse del Parlamento y de la calle. Confía en que llegue pronto el verano para que amaine una tormenta política que ya no puede controlar. Como si a la vuelta de las vacaciones en La Mareta no fueran a salir a recibirle los mismos sumarios, solo que más avanzados. La misma debilidad parlamentaria, solo que agravada. Y la misma cara de escapista en el espejo, solo que envejecida".