Un agricultor de Badajoz desentierra, sin saberlo, una joya arqueológica única mientras ara las tierras de su finca
En una finca de Don Benito, un objeto olvidado salió a la luz por pura casualidad. Se trataba de un vestigio milenario que hoy ocupa un lugar privilegiado en el Museo Arqueológico Nacional

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Era un día cualquiera en la finca de Valdegamas, en el municipio extremeño de Don Benito. Mientras se araba la tierra, algo insólito emergió del polvo: una vasija antigua que, en principio, se confundió con un simple objeto de barro sin valor. La pieza quedó expuesta a la intemperie hasta que Manuel Donoso-Cortés y García de Paredes, dueño de la propiedad, decidió limpiarla y descubrió lo extraordinario: no era barro, sino bronce, y no era común, sino una reliquia del pasado.
Un hallazgo casual con resonancia histórica
El hallazgo, cuya fecha exacta sigue siendo un misterio, se sitúa a mediados del siglo XX, aunque el jarro en sí fue datado hacia finales del siglo VI a. C.. Tras ser limpiado, Manuel Donoso decidió conservarlo y exhibirlo junto a otros objetos antiguos en una sala contigua a su biblioteca personal. Sin saberlo, había redescubierto una pieza que viajaría siglos atrás, hasta el mundo de Tartessos, la mítica civilización que floreció en el triángulo formado por las actuales provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz.

Jarro de Valdegamas
El Jarro de Valdegamas fue presentado públicamente por primera vez en 1953, durante un homenaje al centenario de la muerte del primer marqués de Valdegamas. El acto reunió a personalidades de gran relevancia, incluido el entonces ministro de Educación Nacional, y el jarro comenzó a captar la atención de estudiosos e historiadores.
Años más tarde, en 1984, la pieza pasaría a formar parte de la colección permanente del Museo Arqueológico Nacional de España, donde permanece expuesta como una de las muestras más emblemáticas de la cultura tartésica.
Influencias etruscas y culto funerario
La procedencia del jarro ha sido objeto de múltiples teorías. Su similitud con otros bronces hallados en el centro de Italia sugiere que pudo haberse elaborado en un taller etrusco, y haber llegado a la península ibérica a través de algún intercambio comercial. De ser así, se trataría de un objeto importado por las élites tartésicas, lo que refuerza la idea de una sociedad con una intensa red de contactos internacionales.
El jarro tiene una boca trilobulada y destaca por la cabeza femenina esculpida en el asa, flanqueada por leones. Esta figura ha sido identificada como Potnia Theron, la Señora de los Animales, una divinidad del mundo oriental, lo que revela la profunda influencia de otras culturas en el imaginario religioso tartésico.

Jarro de Valdegamas
Los investigadores creen que formaba parte de un conjunto de piezas empleadas en banquetes rituales o ceremonias funerarias, como braseros y otros utensilios, todos ellos ligados al culto y a la representación de estatus social. Técnicamente, el jarro fue fundido mediante el método de la cera perdida, imitando prototipos orientales, especialmente etruscos.
Más tesoros del Patrimonio Nacional
También se ha sugerido una conexión simbólica con el mundo egipcio, gracias a la presencia de elementos iconográficos relacionados con la diosa Hathor en otras piezas similares. El uso del vino en rituales de libación, tan común en el culto hathórico, refuerza esta hipótesis.
Aunque a primera vista el jarro podría parecer una pieza de vajilla, su función no era servir alimentos, sino cumplir un rol en los rituales religiosos y funerarios. La presencia de este tipo de objetos en sepulturas tartésicas apunta a su carácter exclusivo y aristocrático.
El Jarro de Valdegamas no solo es una joya arqueológica, sino un símbolo de cómo las culturas antiguas se entrelazaron a través del comercio, la religión y el arte. Desde un taller etrusco hasta los campos de Badajoz, este objeto ha recorrido siglos y fronteras, llevando consigo los ecos de un pasado que aún nos habla.